El Casal Solleric estrena exposiciones. Has el próximo 6 de enero de 2015 Roland Fischer ocupará la PlantaNoble y Santiago Picatoste el Área 1 del centro cultural.
La obra de Roland Fischer ocupa un lugar muy importante en la escena del arte internacional de principios del siglo XXI. Ya en los años ochenta, fue el primero en llevar el retrato fotográfico a un formato monumental, invistiéndolo de un inédito sentido pictorialista. Asimismo, sus fotografías de arquitecturas han obtenido un amplio reconocimiento internacional y forman parte de importantes colecciones públicas y privadas.
El artista, forma parte de una generación de destacados fotógrafos que basándose en el trabajo pionero del matrimonio formado por Bernd y Hilla Becher ha tomado el testigo de la Escuela de Düsseldorf para firmar algunas de las más relevantes contribuciones a la fotografía contemporánea. Y así como Candida Höffer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth o, entre otros, Andreas Gursky, centraron su mirada en la arquitectura para captar los distintos entornos urbanos, edificios y lugares históricos con la máxima fidelidad y detallismo, los trabajos fotográficos de Fischer en el ámbito de la arquitectura sobresalen por conjugar esa misma objetividad y distancia realista propia de la Escuela de Düsseldorf con la subjetividad y posibilidades de manipulación que ofrecen las técnicas actuales de la fotografía digital. Como explica el propio artista, “mediante la fotografía, los perfiles del mundo visible pueden ser captados de un modo directo y sin filtrar. Su permeabilidad, junto con las posibilidades de manipulación que nos proporcionan los ordenadores, nos ofrecen distintas opciones de representación de la realidad”.
Como recuerda Dieter Ronte en su texto introductorio, en la obra de Roland Fischer el ordenador se convierte en una suerte de “camera obscura” que sustituye al atelier, facilitando que la experimentación artística alcance límites impensables hace unas décadas, y que lo que se nos muestra como algo “existente” o “real” no sea sino el resultado de la suma o alteración de diversas de imágenes. En este sentido, las características superposiciones de imágenes en las fotografías de catedrales de Fischer contrastan con la distancia objetiva de sus “nuevas arquitecturas”, en donde el artista se sirve del punto de vista, el encuadre y la alteración digital para crear esa “tercera realidad” que nos seduce e intriga con su poderosa presencia, tan cercana a menudo a la abstracción pictórica.
La multiplicidad de soluciones e intereses y el sutil equilibrio que refleja su producción al situarse en los límites de realidad y ficción, es lo que refleja la exposición “Arquitecturas” de Roland Fischer, específicamente concebida para la Planta Noble del Casal Solleric. Integrada por sus famosas series dedicadas a catedrales, palacios y entornos históricos como la Alhambra de Alhambra, cuenta también con una amplia y cuidada selección de fotografías de museos, pabellones, casas y otras obras de notables arquitectos modernos y contemporáneos, incluye también dos versiones inéditas de la catedral de Palma de Mallorca.
La exposición, que ha sido producida y organizada por el Institut d’Estudis Baleàrics i la Fundació Palma Espai d’Art en estrecha colaboración y cuenta con un catálogo especialmente editado para la ocasión, supone una espléndida oportunidad para aproximarse a una obra que ejemplifica el perfecto maridaje entre fotografía y arquitectura, una obra diversa y personalísima que brinda un trato equidistante tanto a un vestigio antiguo como a las muestras más radicales de la creatividad actual. Y es que no hay obra de Roland Fischer que no hable del lugar del hombre en su mundo. Ni hay fotografía suya que no persiga ese hecho esencial, ese valor tangible o intangible que, en el caso de la buena arquitectura, puede hallarse en cualquier tiempo y lugar.
La obra de Roland Fischer ocupa más de 35 exposiciones individuales en museos e instituciones artística alrededor del mundo, entre las que se cuenta el Museo de Arte Moderno de París, la Pinakothek der Moderne de Munich, el Saarland Museum de Saarbrucken o el CGAC de Santiago de Compostela.
La temática de la exposición en la Zona 1 del Casal Solleric de Palma, además de aportar una cierta selección de obras de las series más recientes (Chrystallized, Atlas, Psyco y Chiral), se circunscribe a una muy determinada secuencia alquímica: la congelación del movimiento. Piezas conformadas con un doble cristal o metacrilato, al modo en que se colocan las pruebas a examinar en un microscopio convencional, establecen una condensación de esa “secuencia congelada” en la que las capas de pintura trasladan el mismo gesto que las ha generado, sólo que detenido a mitad de traza, congelado pero sin menoscabo del movimiento que llevaba y que permanece, diríase, intrínseco a la forma detenida, como si el movimiento fuese algo que pudiese atesorarse como lo hace un acumulador o batería con la energía eléctrica. De ahí, de ese objetivo particular que en la muestra el artista quiere recalcar, proviene el título, que contiene un guiño irónico, como él mismo reconoce: “Jelly”.
El color, el gran protagonista de la obra de Santiago Picatoste, toma cuerpo y personalidad en la serie “Atlas”. Fondos con gran trascendencia cromática -más que fondos habría que llamarlos frontales-, envuelven como un fluido abrazante los gestos congelados de una naturaleza que adquiere tintes de abstracción con sólo ser sometida a una mirada determinada, en este caso una mirada alejada, una mirada aérea. La abstracción, que ya se produce en la forma acuñada por la distancia, redobla su efecto simbólico al ser interpretada con un código cromático abierto y de gran vigor, ese código cromático que caracteriza buena parte de la nueva obra de Santiago Picatoste.
Pero en “Jelly”, además de incorporar varias piezas monocromas de la serie “Chrystallized”, el artista ha realizado una enorme instalación de fotografías en blanco y negro, que ha denominado “The Cambrian Explotion” en atención a la primera gran crisis planetaria conocida: la aparición repentina del período cámbrico. Se trata de impresiones digitales sobre plancha de aluminio, de 30 x 21 centímetros, en las que aparecen tomas muy cercanas de aspectos de la naturaleza. Como contraste con la serie “Atlas”, aquí el punto de vista es de muy elevado zoom, y además el arco del color ha sido eliminado en beneficio del monocromatismo. La abstracción, sin embargo, mantiene el pulso, y es difícil, por no decir imposible, relacionar esas imágenes con modelos tomados del natural. Como el artista mismo explica, su intención es “la inoculación de la abstracción en la Naturaleza” superando así, desde su núcleo, el lastre de la figuración. La abstracción, por tanto, no sería un recurso intelectivo del hombre a la hora de interpretar los datos del conocimiento, sino que estaría ya dado en el seno de la Naturaleza.
¿Pero hay algo más abstracto que el color mismo? “Jelly” sintetiza ese viaje hacia la pura abstracción. Si el color es uno de los símbolos máximos de la abstracción, ¿qué serán entonces todas las formas del color que alcanza a compartir con nosotros la obra extraordinaria de Santiago Picatoste?