Este miércoles por la noche arranca la segunda edición de ‘Adán y Eva’ bajo la premisa de volver a la raíz más auténtica del amor, al paraíso perdido y recorrer un camino de sentimientos tan dispares como la pasión, el deseo, la inquietud o los celos. La cadena avanza que en el paraíso todo puede ocurrir.
La cadena avanza que los nuevos Adanes y Evas creen saberlo todo del Edén televisivo. Saben que llegarán a la isla completamente desnudos, que deben despojarse de prejuicios, que se tropezarán con otra persona en sus mismas circunstancias para vivir juntos este viaje singular, que sólo tendrán que relajarse, disfrutar y dejarse llevar… Pero en el paraíso también habitan serpientes. Adanes y Evas descubrirán que queda mucho espacio para la sorpresa al otro lado del mundo.
Aguas cristalinas que invitan a la fascinación y al amor, sublimes acantilados de piedra volcánica, frondosos bosques de un verdor inigualable, los atardeceres más sugerentes jamás imaginados… Así es el exótico enclave que acoge la segunda temporada de ‘Adán y Eva’.
El programa cruza el océano y viaja cerca de 12.000 kilómetros hasta Filipinas para internarse en una de sus más de 7.000 islas y ofrecer a sus intrépidos solteros el destino perfecto para enamorarse: la fascinante isla de Tapiután. Ubicada en Palawan, un archipiélago de ensueño que conquistó al novelista Alex Garland hasta el punto de inspirarse en su entorno para escribir la famosa novela «La playa», cuya versión cinematográfica protagonizó Leonardo DiCaprio, Tapiután esconde una innumerable variedad de elementos que la convierten en el escenario más romántico e idílico posible, un paraíso en la tierra para que sus habitantes se dediquen en cuerpo y alma a disfrutar, conocerse y enamorarse. Arrecifes vírgenes, arena fina y exquisita, playas desérticas, impresionantes acantilados de piedra caliza… Un escenario insuperable habitado por una gran variedad de peces tropicales, corales y bosques donde anidan más de un centenar de especies de pájaros exóticos.
En la zona septentrional de su litoral se encuentra un tesoro natural y único: la playa de Binangculan, un delicado enclave de arena blanca y verde bosque resguardado de mar abierto y con uno de los atardeceres más fascinantes del Pacífico.
