Esta semana, del 11 al 14 de mayo el grupo de Psicología del Bienestar organiza unas Jornadas de educación emocional bajo el lema «Adultos felices, niños felices», cuyo importe de la inscripción está destinado íntegramente a la asociación de padres de niños con cáncer ASPANOB.
A continuación, publicamos el artículo de una compañera del grupo de Psicología del Bienestar Susana Ivorra sobre la felicidad:
«Aprendiendo a ser felices»
Susana Ivorra
Uno de los mitos sobre la felicidad es que cuando algo bueno nos ocurra, estaremos muy alegres, llenos de energía y felices durante mucho tiempo. Y del mismo modo, si algo malo nos ocurre, un accidente, una separación…estaremos tristes, destrozados, infelices, durante mucho tiempo.
No es así. Las últimas investigaciones apuntan a que las cosas que nos suceden representan sólo un 10% de nuestra felicidad. Y que esa sensación al alcanzar un objetivo deseado realmente dura menos de lo que nos gusta pensar.
Sonja Lyumbimirsky afirma, respaldada por diversos estudios, que el 50% de nuestra felicidad proviene de factores genéticos, el 10% de las circunstancias (factores externos) y el restante 40% de nuestra actitud.
Nuestra actitud nos lleva en muchas ocasiones a volcarnos completamente en ese 10% que no depende de nosotros. Sería más feliz si tuviera…si fuera más… si fuera menos…
Hace unos meses estábamos facilitando un taller de autoestima y una de las participantes manifestó que no entendía como otra de las mujeres presentes podía tener problemas para gustarse a sí misma, porque era preciosa. Otra persona comentó algo similar sobre una participante que le parecía apasionada y con un trabajo muy interesante. Y poco a poco se fueron develando las propias inseguridades e insatisfacciones. Cada persona creía que podría quererse más a sí misma si fuese más (inserte aquí adjetivo cualquiera: rica, alta, delgada, exitosa) o menos (inserte aquí adjetivo a la inversa).
Todo esto es externo. Puede depender de nosotros en alguna medida pero básicamente es incontrolable.
¿Y qué depende de mí, entonces? Ni la genética ni las circunstancias. Sólo mi actitud. Merece la pena trabajar en esa actitud positiva para sentirnos felices y plenos.