Los medios han informado recientemente sobre el propósito de AENA de llevar adelante las obras y cambios organizativos necesarios para ampliar significativamente la capacidad operativa del aeropuerto de Son San Juan. De acuerdo con estas intenciones, nuestro aeropuerto pasaría de su capacidad máxima actual, 66 operaciones/hora, hasta una capacidad máxima de 80 vuelos por hora, equivalente a un vuelo cada 45 segundos. Un aumento de las entradas del 21% que puede facilitar un nuevo y espectacular incremento de la población visitando Mallorca, que ya en 2016 llegó a duplicar la residente.
Un sector creciente de la opinión pública mallorquina percibe con preocupación los datos anteriores, seguramente causadas por factores externos incontrolables (en torno geopolítico). Se empieza a comprender que si el turismo, beneficioso en tantos de aspectos, crece sin control, puede comprometer el bienestar de los residentes, pero también menguar la calidad de la experiencia de los visitantes y amenazar a la larga la que, por ahora, es nuestra principal industria.
Y así, crecen las dificultades y costes para administrar los recursos (agua y energía, singularmente) y los residuos; para gestionar las infraestructuras y equipamientos; para proteger el territorio, la biodiversidad y el paisaje en una isla como la nuestra, limitada y frágil, que justamente basa su actividad económica en la calidad ambiental. Los tímidos intentos de los gobernantes para regular los flujos de visitantes topan con la resistencia de sectores, la lógica de los cuales se basa en la maximización de los beneficios privados y rápidos (y a menudo al socializar los costes y las disfunciones), y al margen de consideraciones imprescindibles para un modelo que pretenda ser sostenible. En todo caso, es evidente que cualquier propósito de planificar, ordenar o limitar el flujo de visitantes en Mallorca resultará casi inútil si no tenemos capacidad para intervenir de forma efectiva en las decisiones que afectan a nuestras puertas de entrada y salida: los puertos y, sobre todo, el aeropuerto.
Palma XXI y Tramuntana XXI son asociaciones sin ánimo de lucro que se proponen trabajar en favor de estos dos espacios desde el conocimiento, el diálogo y el consenso. Palma y la Serra son lugares donde se puede visualizar con especial claridad aquello que puede resultar de una carencia de previsión y de actuaciones decididas para controlar, con racionalidad y participación pública, la masificación y la degradación de nuestra tierra. Por eso, desde Palma XXI y Tramuntana XXI nos añadimos a las numerosas voces de preocupación que se expresan en nuestra sociedad y pedimos a nuestros representantes que reivindiquen un papel protagonista en el control del tránsito portuario y aeroportuario de Mallorca y, a corto plazo, que impulsen una moratoria en las políticas de crecimiento cuantitativo anunciadas para aquello que reclamamos como verdaderos servicios públicos.