Los centennials, portavoces del malestar y del cambio
Uno de los eslóganes más escuchados en este último período es «There is no Planet B» , no hay planeta B y debemos cuidarlo. Porque las consecuencias pueden ser realmente desastrosas.
Los expertos de Mundopsicologos.com han analizado la conexión entre la situación ecológica global y nuestro estado de ánimo. Porque así como en caso de crisis económica y social, cuando se trata de crisis ecológica, las consecuencias tienen un impacto en el individuo.
¿Cuáles son los temores relacionados con la ecología?
Las repercusiones de la situación ecológica mundial ya son visibles en varios niveles sociales, y las principales preocupaciones se refieren a la calidad de vida de ahora y la que se espera para las próximas décadas. ¿Qué mundo dejaremos a quienes vendrán después de nosotros? ¿Cuáles son nuestras responsabilidades? ¿Qué podemos hacer para cambiar y frenar el declive de nuestro planeta?
Entre los temores más comunes se encuentran la contaminación, la calidad de los alimentos o la producción incesante de residuos. Son los que más nos preocupan, porque son los que vivimos de cerca en nuestro día a día. La contaminación es visible en coches, uso de calefacción y aire acondicionado, ordenadores y servidores de grandes empresas, industrias, aviones, barcos. Y todo esto deja huellas indelebles en el aire, en el agua, en la tierra y en los seres vivos, ya sean vegetales o animales. Aumenta el riesgo de comer alimentos contaminados, con consecuencias que pueden ser letales para nuestra salud. Y ciertamente no es motivo de tranquilidad para la sociedad. Como el hecho de ser cada vez más invadidos por los desechos, con los consiguientes problemas que producen su tratamiento y emisiones, que también contribuyen a crear un estado de preocupación y alerta que impide la tranquilidad.
Conciencia del drama
Nos damos cuenta de que no hay muchas maneras de salir de la situación que estamos experimentando a nivel mundial, precisamente porque no se trata de un cambio que se puede imponer desde arriba, sino que debe tener lugar en la cabeza de cada individuo, que debería cambiar sus hábitos diarios. Esta sensación de impotencia difunde un sentimiento de resignación y negatividad. El hecho de que no exista un «Planeta B» provoca tristeza porque para el individuo es esencial saber que siempre hay una alternativa, un camino secundario, el famoso «plan b», que puede salvarnos. La conciencia de la ausencia de alternativas y que la situación actual está destinada a empeorar es causa de profunda tristeza y desánimo, especialmente entre los más jóvenes.
El perfil ecologista es centenario
¿Quiénes son los ecologistas? La mayoría de ellos son centennials, pero hay muchos incluso entre los millennials. Obviamente, entre los ecologistas también hay quienes vivieron las dos guerras y muchos que forman parte de la generación de los baby boomers. Sin embargo, a nivel de movimiento de masas, motivación y difusión del mensaje, no hay duda: los centennials dominan la escena.
Son jóvenes nacidos en la segunda mitad de los noventa, que no han conocido la vida sin smartphone y redes sociales. Esto podría parecer un elemento diametralmente distante de la causa ecológica, y en cambio es gracias a Internet, las nuevas tecnologías y la capacidad de usarlas, que la dichosa generación Z difunde sus mensajes para un mundo mejor.
Se puede hacer algo (mucho). Sentirse bien practicando acciones virtuosas
Darse por vencidos es un gran error. Podemos hacer mucho en nuestro día a día, y esto, además de ayudar al planeta, nos hará sentir como personas que trabajan y se comprometen a construir un mundo mejor. Estos son algunos consejos para sensibilizar sobre el estado de las cosas y actuar, en lugar de quedarse de brazos cruzados. Porque solo en la acción existe la posibilidad de la redención.
- Separa tus residuos. Un gesto muy simple que ya es un hábito en la mayoría de los hogares españoles. Recuerda también separar los aceites y las baterías, e informarte sobre la eliminación de desechos grandes y con componentes electrónicos.
- Usa tu bolsa de tela. Antes de que llegara el plástico, la bolsa de tela era un clásico, ¡recuperémosla! Al llevarla siempre con nosotros, ahorramos en la compra de bolsas orgánicas que además nos ponen nerviosos porque se rompen de inmediato.
- Camina, ve en bici, usa el transporte público y car sharing. La actividad física totalmente gratis, saludable, practicable en cualquier momento, y además nos permite movernos sin costes. Para viajes largos o con mal tiempo, siempre hay transporte público o car sharing.
- Limita el uso del coche para excursiones. El coche en la ciudad contamina y tiene un coste. Mejor limitar su uso a los fines de semana y, siempre que puedas, viaja en tren.
- Compra a pequeños productores locales. Productos excelentes, no necesariamente caros y, sobre todo, no han viajado y siguen el ritmo de las estaciones. Existen muchos mercados locales para comprar frutas y verduras, carnes, quesos, miel, mermeladas y conservas.
- Limita el uso de aire acondicionado y calefacción. Son una gran fuente de contaminación. Además, siempre es mejor no exagerar con las diferencias de temperatura entre el interior y el exterior para evitar enfermarse.
- Electrodomésticos de clase energética alta. Si tenemos que cambiar los electrodomésticos, debemos siempre verificar qué clase energética estamos comprando: un electrodoméstico de clase alta podría ser más costoso, pero resulta ser más barato a largo plazo.
- Clase energética del hogar. También con respecto al hogar, todo lo que está destinado a mejorar su clase energética, a parte de tener beneficios para el ambiente, también tendrá beneficios en las facturas a final del mes.
- Vacaciones de bajo impacto ambiental. Viajar en temporada baja o en lugares menos transitados evita la sobrecarga de lugares cada vez más concurridos por el turismo masivo.
- Sensibiliza a las personas que te rodean. Difundir el mensaje es muy importante, y por cada persona alcanzada nos sentiremos mucho mejor.
