La mayor parte de España ha entrado en la fase 2 de la desescalada, lo que se traduce en una mayor flexibilidad para realizar ciertas actividades recreativas. Una de ellas es ir a las playas, que desde el inicio del estado de alarma han estado cerradas a la población debido a la situación tan grave que ha provocado en nuestro país el nuevo coronavirus.
Una de las zonas más concurridas en este inicio del mes de junio han sido las playas mediterráneas. Ya hemos visto imágenes de terrazas llenas, paseos con gente disfrutando de la brisa, e incluso bastantes chapuzones, eso sí, manteniendo la distancia de seguridad, algo a lo que nos tendremos que acostumbrar durante la llamada «nueva normalidad».
A pesar de la baja insolación de la pasada primavera, el Mediterráneo se encuentra más caliente de lo habitual. Es algo preocupante, aunque desgraciadamente en los últimos años estamos viendo que esta situación también forma parte de la «nueva normalidad», en este caso la climática.
El Mediterráneo más caliente de lo normal: otra nueva normalidad
Según el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo, actualmente la temperatura del mar está de 1,5 a 3ºC por encima del valor promedio de esta época, teniendo en cuenta el período de referencia de 1982-2011. En el mar Balear ya hay sectores frente al archipiélago que le da nombre y de las costas catalanas y valencianas en los que la temperatura ronda los 23ºC.
El mismo CEAM publicaba un estudio hace dos años que señalaba que la temperatura de las aguas españolas que se encuentran en el Mediterráneo se ha incrementado entre 1 y 1,5ºC en los últimos 30 años. Este es uno de los motivos por lo que la cuenca mediterránea se ha convertido en un punto caliente del proceso actual de cambio climático. Este aumento de la temperatura marina tiene repercusiones en el clima o en la flora y fauna, entre otros.
Consecuencias en el clima, también en la flora y la fauna
Este proceso es una de las causas que explican la mayor frecuencia de las noches tropicales en las ciudades costeras. También el potencial es mayor de cara a la génesis de lluvias torrenciales, tal y como estamos viendo en los últimos años en prácticamente todas las estaciones, en un contexto en el que todo indica que el jet stream presenta cada vez más ondulaciones. Sin olvidar que la brisa no refresca cuando un mar está a 30ºC. Más bien al contrario, ya que el ambiente es asfixiante.
También son preocupantes los efectos sobre la flora y la fauna, que no se pueden adaptar a estos cambios tan rápidos. La posidonia oceánica, un pulmón natural del Mediterráneo, cada vez se encuentra más amenazada por esta situación y por la elevada contaminación que presenta el Mare Nostrum. Porque no hay que olvidar que tras la ola del COVID-19 llega una más alta y que pasa más desapercibida: la del cambio climático y sus consecuencias.