Jesús Calleja despide este martes en Cuatro la octava temporada de ‘Volando Voy’ viajando hasta el Parque Natural del Alto Tajo (Guadalajara).
La octava temporada de ‘Volando voy’ llega este martes a su final. Como colofón al compromiso de trabajar por el cuidado de la naturaleza y de colaborar con la población local en la mejora y visibilización de sus pueblos el programa de Jesús Calleja visita el Parque Natural del Alto Tajo en Guadalajara.
El Parque Natural del Alto Tajo es el espacio protegido más extenso de Castilla La Mancha, con la mayor parte de su superficie en Guadalajara y un porcentaje más pequeño en Cuenca. La zona está considerada como desierto demográfico y en ella viven menos habitantes que en Laponia. Fue precisamente la belleza del lugar y su extrema despoblación lo que llamó la atención de Jesús Calleja y su equipo.
El Alto Tajo siempre ha sido tierra de pastores, aunque cada vez hay menos personas que se dediquen a ello. Todavía quedan restos de cabañas de pastores centenarias repartidas por el monte que ellos mismos construían para dar cobijo a sus rebaños durante los temporales. Son un patrimonio único de la zona y quedan muy pocas en buen estado, por eso el reto de en esta entrega será unir a los habitantes del lugar para restaurar una de estas antiguas construcciones, cuyas ruinas se alzan alrededor de la enorme encina que le dio sustento.
En la misión colaborarán diversos personajes como Andrés, un leñador y resinero jubilado con una sorprendente fuerza física y capacidad de trabajo; Ossian, un joven educador ambiental cuyos conocimientos serán esenciales para realizar la tarea; y Jose y Gemma, dos guías de montaña especializados en hacer rutas con personas con discapacidad. Participarán también Quique, un joven que ha decidido dejar su trabajo en una consultora para vivir en el pueblo y que preside Rumbo Rural, una asociación de jóvenes que pretende que haya más actividad en la zona; y Alfonso, un erudito descubridor de lugares secretos del Alto Tajo. En el programa, Calleja podrá ponerse en la piel de los gancheros, habitantes del lugar que hace años se dedicaba a bajar troncos de madera por los ríos.