Al término de cada año es habitual recordar los logros alcanzados por nuestros mejores atletas. En cada ocasión, como es lógico, la mayoría de estas menciones las recogen los más representativos de la isla, caso de Rafa Nadal, Rudy Fernández, Alex Abrines, etc. Este año se suman otros que han firmado grandes actuaciones con motivo de los Juegos Olímpicos de Brasil como Marcus Cooper (oro), Alba Torrens (plata), Joan Lluis Pons (diploma olímpico) o Melani Costa, además de Mario Mola (campeón mundial), Marco Asensio (campeón del mundo con el Real Madrid) o Mavi García (campeona de España de ciclismo).
Pero al margen de todos estos grandes deportistas, hay hazañas protagonizadas por personajes casi anónimos que practican actividades menos populares, y cuyo mérito no desmerece de los anteriores. Este es ni más ni menos el caso de Fernando Pons en uno de los deportes mentales que más auge está adquiriendo en nuestro planeta, el póker.
Y sí, decimos bien al catalogarlo como deporte, toda vez que la Asociación Internacional de Deportes Mentales (IMSA) decidía aceptar el póker como deporte mental en abril de 2010. Un juego que no está exento de los caprichos de la suerte, pero como se viene demostrando cada vez de forma más concluyente, en el que prima por encima de todo la estrategia y la matemática.
Pues bien, el aficionado mallorquín lograba la proeza de colarse en la archifamosa mesa final de las WSOP que se compone cada año en Las Vegas para dirimir quien es el campeón del mundo oficial de póker, convirtiéndose en el tercer español que lo consigue en su historia. Ahí es nada. Lamentablemente no pudo convertirse en campeón, cosa que solo ha logrado Carlos Mortensen para el póker español en 2001, pero el privilegio de sentarse en tan envidiado lugar no hay quien se lo quite. En 2014 lo había logrado también el jugador guipuzcoano Andoni Larrabe.
Si bien el hecho de clasificarse para semejante evento ya es algo histórico, aún lo es más la forma en que lo ha hecho Pons. Hay que tener en cuenta que para llegar a ese objetivo se presentaron el pasado mes de julio en Las Vegas 6.737 de los mejores jugadores del mundo y el precio de inscripción para poder hacerlo es de 10.000 dólares. Todos ellos con el objetivo de meterse entre los 9 finalistas que se reparten el premio gordo en noviembre. Pues bien, el de Mallorca consiguió su participación con una inversión de tan solo 30 euros a través de un satélite online, cuyo premio era una inscripción para dicho evento de julio y a partir de allí desplegar un increíble juego con el que fue avanzando hasta convertirse en un November Nine, como se les conoce a los nueve finalistas que se clasifican para noviembre.
Hay que tener en cuenta que solo unos pocos elegidos pueden superar a tantos rivales cada año para llegar a esa preciada mesa y generalmente son grandes estrellas del póker quienes lo consiguen, pero en 2016 un aficionado mallorquín se coló entre los grandes tiburones y peleó de tú a tú con ellos por los 8 millones de dólares de premio que esperaban al vencedor.
La proeza de Pons revolucionó el mundo del póker e hizo recordar a otro jugador que desafió las leyes de la lógica, Chris Moneymaker. Un desconocido contable de Atlanta que allá por 2003, cuando se podría afirmar que este evento era coto privado de los grandes profesionales del póker, logró llegar a Las Vegas también a través de un satélite de 39$, y una vez allí ante la sorpresa general fue derrotando rivales hasta llegar a la mesa final de las WSOP, en la que se impuso consiguiendo los 2,5 millones de dólares del primer premio.
Aquella gesta de Moneymaker lo convirtió en leyenda y relanzó la popularidad del póker a la altura de lo que hoy conocemos, llevándolo a todos los rincones del planeta. Los participantes en el evento principal de las WSOP de aquella edición eran 839, una cifra que en tan solo 3 años ascendió hasta los 8.773 jugadores. Ese meteórico despegue ha dado a conocer como el “efecto Moneymaker”.
En esta ocasión nuestro November Nine no tuvo tanta suerte como el norteamericano. El mallorquín llegaba clasificado a la final en el puesto 9 y muy por debajo de sus rivales en el número de fichas, lo que ya de entrada condicionaría notablemente su juego. La fortuna tampoco estuvo de su parte y fue el primer eliminado, por lo que terminó su aventura en la novena posición, la misma con la que había accedido a la mesa final. Aun así, se llevó el reconocimiento de todo el circuito mundial del póker y un premio de 1.000.000$ correspondiente a su posición.
Este trabajador, padre, marido y aficionado al póker en sus ratos libres, tal y como se define en su cuenta de Twitter, ha vivido un sueño al alcance de muy pocos, bien sean profesionales del póker o no. Sin duda una experiencia única y enriquecedora que posiblemente cambiará su vida, tanto en lo económico como en lo que se refiere a su pasión. Hasta julio del pasado año, Fernando Pons apenas había logrado unos mínimos cobros en la versión presencial del póker, actividad que compaginaba en sus ratos de ocio con el póker online. Ahora el mallorquín ya ocupa un lugar de honor en el póker junto a los otros dos españoles que alcanzaron tal hazaña. Eso sí, ambos eran profesionales.
