El equipo científico que está trabajando con los restos encontrados en la fosa de Porreres ha anunciado que calculan que las identificaciones podrían estar terminadas este otoño.
El grupo está encabezado por Marian Martínez de Pancorbo, catedrática de Biologia celular de la Universidad del País Vasco, y las doctoras Miriam Baeta, Carolina Núñez y Leire Palencia.
El equipo de Biomics, que trabaja en el centro de investigación Lascaray Ikergunea, perteneciente a la Universidad del País Vasco, lleva analizando las 52 muestras óseas desde el 30 de noviembre, momento en que el equipo de Aranzadi se las entregó, junto con las muestras de ADN de los familiares.
Proceso
El primer paso, después de recibir las muestras óseas y las recogidas de los posibles familiares -en total 99 familiares durante el proceso de exhumación-, por parte de Aranzadi, es entrar los datos en las bases de Lascaray para documentar todo el proceso.
Las muestras óseas se llevan al laboratorio de limpieza de hueso, en el que se documentan los restos a través de fotografías y se analiza cada resto para ver de qué zona se puede tomar una muestra que facilite tras la extracción del ADN. Si son dientes, se extraen las que están en mejor estado. Si son huesos, se eligen los que sean más largos y se corta la zona más gruesa con la que se trabajará posteriormente. Se limpia con bisturí y vidrio para sacar tierra y los restos de ADN que puedan quedar de la manipulación durante la exhumación y se pasa la muestra por luz ultravioleta para desinfectar por completo. Una vez limpio, se hace polvo para tener acceso directo a las células del centro de la muestra.
La segunda fase del proceso se realiza en un laboratorio aparte, donde se prepara la muestra para extraer el ADN puro, rompiendo las células del hueso. Se hace entonces la cuantificación, proceso por el cual se sabe si se ha podido obtener realmente ADN en condiciones para posterior estudio. También sirve para saber si la muestra de ADN está en buen estado o se ha deteriorado y si se han mezclado otros elementos en el proceso de limpieza que puedan dar problemas a la hora de analizarlo.
En una tercera fase, las muestras pasan por el análisis molecular, en el que se buscan marcadores nucleares que permiten identificar de qué persona se trata, comparando con el ADN de las muestras de los posibles familiares. Se analizan también marcadores de linaje, que no identifican a una persona en concreto, pero permiten saber si pertenecen a la misma familia. En esta fase de estudio, se analizan los cromosomas Y, si las muestras de ADN se han conseguido por vía paterna; ADN mitocondrial, si es por vía materna; y cromosoma X, que se usa como marcador adicional. Todos estos resultados pueden salir en la primera o no, y hay que repetirlos para intentar obtener el mayor número de marcadores, para asegurar con mayor eficacia que las muestras coinciden.
El análisis de las muestras de familiares sigue el mismo proceso, excepto la fase de limpieza, debido a que las muestras se recogen directamente del individuo
La doctora Baeta asegura que «dependiendo de la relación familiar, es más fácil obtener la identificación. Lo más fácil es de padre a hijo, pero mejor tener diferentes muestras en caso de que la relación no sea directa por vía paterna. Hay familiares con los que es muy complicado hacer la comparación, como es el caso de una nieta que busca su abuelo por vía paterna”. Francisco Etxeberria, presidente de la sociedad de Ciencias Aranzadi y director de la exhumación en Porreres, ha acompañado a la consejera en esta visita que ha permitido establecer un calendario aproximado del final de los trabajos de identificación, que por ahora se calcula en otoño de este año. «El proceso de identificación de restos antiguos, como es el caso de Porreres, es algo realmente delicado, en el sentido de que tenemos que estar muy seguras de las conclusiones que se trasladarán a los familiares por la carga emocional que conlleva», explica Marian Martínez de Pancorbo.